sábado, 21 de mayo de 2016

Guinea. Una rosa con espinas.


Madrugamos para salir en dirección Guinea, pero entre desayunar, preparar el vehículo, asearse, darse el último baño en la piscina y repostar a tope de gasoil, salimos a las 09:20.

Salimos con muchas dudas, ya que teníamos informaciones contradictorias sobre la situación de la frontera de Guinea con Costa de Marfil.

La información del Ministerio de Asuntos Exteriores de España comunica en su página Web que las fronteras de Costa de Marfil y Liberia con Guinea están cerradas a causa del ébola, sin embargo la Embajada de Costa de Marfil en España y la Embajada de España en Conakry (Guinea) nos informaron telefónicamente y por escrito respectivamente, que las fronteras están abiertas.

Le dimos más credibilidad a la información de las Embajadas al tener una proximidad con los problemas del país en que desarrollan su labor y nos pusimos en marcha.

Decidimos salir de Senegal por Fongolimbi, ya que por Segou la pista es más peligrosa. Nos dijeron que todas las semanas tenían que rescatar algún camión volcado, ya que la zona noroeste de Guinea es una zona muy montañosa, con cimas que alcanzan los 1.500 metros de altura.

Los primeros kilómetros por la ¿Nacional 7? nos dejaron impactados,







pero pudimos seguir disfrutando de las escenas y poblados senegaleses.









Los controles de policía en Fongolimbi fueron rápidos. El sellado del Carnet de Passage en Douane ya lo habíamos hecho el día anterior en la aduana de Kedougou.

Tampoco tuvimos demasiados problemas en el control de policía y de aduana en el lado guineano, donde, con más buena fe que conocimiento, nos sellaron el Carnet de Passage. Se tomaron todo con la calma que les permite el único vehículo que pasará por allí en todo el día.



Continuamos viaje con la intención de llegar a Matacao que está a unos 80 km., pero si la pista en Senegal nos pareció mala, en Guinea no podía ser peor. Lava, piedras enormes, guijarros puntiagudos, agua, puentes destruidos... hacían que nuestro querido camión se retorciera.



















Pudimos observar un cambio radical en la actitud de la gente. Si en Senegal los niños siempre nos saludaban llamándonos "tubabou" (blancos), aquí se quedaban como petrificados y en muchos casos salían corriendo asustados. Seguramente no están tan acostumbrados a los turistas y viajeros como en el país vecino.



También pudimos comprobar la diferente forma de construcción de las chozas. Aquí el techo se construye con paja fijadas con cañas de bambú, mientras que en Senegal se construye con paja, pero por capas, en las que una capa sujeta a la de abajo.





Después de 4 horas de conducir, sólo habíamos hecho 32 km hasta Balaki y como era tarde decidimos hacer noche en el control de aduana de esa población, donde Toure y Camara, los dos funcionarios, nos dieron facilidades.





Al día siguiente, nos levantamos con la salida del sol y nuestro amigo Camara, nos pide si podemos acercarlo hasta Labé, que está a unos 90 km.



La pista es un infierno. Tardamos 5 horas en llegar a Salamandé que está a 40 kilómetros y 2 horas más hasta Matacao que está 20 kilómetros más allá.





La pista es horrible, pero se nos ponen los pelos de punta cuando vemos las señales de "peligro". Algún puente destruido por el agua, o algunas rodadas de camiones pesados que amenazan el vuelco de nuestro camión.















Y así, disfrutando de lo que nos ofrecía el camino, familias de monos atravesando la pista, aves que en la vida habíamos visto, poblados aislados, termiteros champiñón, llegamos a Labé. Después de todo un día de conducir para hacer 90 kilómetros, nos alojamos en el Hotel Tata. 














Nos llamó la atención este letrero de un dentista en que anunciaba su servicio vis a vis. ¿Cómo podría ser si no?



Al día siguiente pudimos comprobar los efectos que la pista había producido en las ruedas del camión.

Antes de salir de España, teníamos pensado cambiar en Nigeria las ruedas mixtas que llevábamos en el camión, antes de entrar en Camerún, pero en vista de este desastre, las cambiaremos en Abidjan (Costa de Marfil)



Dimos un paseo por el pueblo y vimos que en un video-club anunciaban el partido Real Madrid-Manchester City. Me pareció interesante la experiencia y regresé a las 18:45 para ver como el Real Madrid ganaba por 1-0 y se clasificaba para la final contra el Atlético de Madrid, que se había clasificado el día anterior, al eliminar al Bayern de Munich.



Algo digno de destacar, es que el calor sofocante de la zona de Tambacounda, Kedougou y del País Bassari ha quedado atrás y aquí la temperatura es bastante más fresquita, rondando los 30 ºC, ya que estamos a unos 900 metros de altura sobre el nivel del mar.

Vistas de Labé.








A partir de aquí, por fin, encontramos asfalto y el viaje cunde un poco más.

Nos sorprenden algunas imágenes a las que no estamos acostumbrados, como el transporte de las gallinas, viajar en el techo de los vehículos, lavado de coches en los ríos..., y las constantes averías y accidentes que te vas encontrando a lo largo de la ruta.

Y pensar que en un puesto de policía me querían sancionar por conducir con chanclas... ¡Ver para creer!























Hemos observado que Guinea es un país que está "vivo". Cada pueblo tiene su escuela y su puesto de atención sanitaria, los pueblos de cierta importancia tienen alumbrado público con energía solar y algo muy importante, no se ve mendicidad.










Y así, sin demasiada prisa, vamos haciendo camino y disfrutando de las imágenes que nos ofrece el país hasta llegar a Dalaba, dónde pasamos la noche.













Nos quedó pena de no poder comprobar el ambiente que se respira en esta discoteca. ¡Tiene que ser auténtico!



Es muy agradable escuchar, de cuando en cuando, al Imán llamando a oración, ya que la mezquita está al lado del hotel, pero nos preocupa ver los primeros burkas desde Mauritania, aunque la presencia cristiana quiere hacerse un hueco.



Según nos acercamos a N´zerekore, localidad donde se detectaron hace unos días cuatro nuevos casos de ébola, nos vamos encontrando con letreros que alertan del problema y en los que se dan instrucciones al respecto.

Lo curioso, es que con la gente que hemos hablado durante el camino, nadie mencionó el tema.






Como siempre, los niños, ajenos al problema y felices con sus juguetes, nos ofrecen buenísimas fotografías. Por cierto, vuelven a llamarnos tubabous.



Llegamos a Faranah y nos dirigimos, antes de cruzar el puente sobre el Río Níger, al Hotel Firya, que nos habían recomendado en un control de aduana anterior.

Dedicamos un par de días a hacer mantenimiento del vehículo.

Salimos del hotel y cruzamos el puente (de un solo sentido) sobre el Río Níger. ¡Qué paradoja! Nace a escasos 200 Km, del mar, pero decide recorrer 4.180 Km por 5 países y desembocar en Nigeria.









La carretera está en perfectas condiciones y nos permite alcanzar Kissidougou a las 12 del mediodía.



Forma de cultivo anti inundaciones, ya que aquí cuando llueve, parece que no hay mañana.



Las mujeres africanas, ¡unas campeonas!



En los pueblos, los medios de vida siguen siendo igual que hace miles de años. Se dedican a la caza, (no es raro ver a hombres portando rifles), pesca en los ríos, agricultura de subsistencia, ganadería y recolección.

Largas varas para recolectar mangos.



Alguna gente también saca un dinero extra vendiendo lo que recolecta.







Imágenes de pueblos por los que pasamos, en los que por la noche sólo se ve la luz de las hogueras cocinando.













Paramos a comer en una zona sombreada al borde de la carretera y me doy cuenta que la rueda trasera derecha está muy deshinchada. Pongo el camión en terreno duro y mientras Ermi prepara la comida, yo hago los preparativos para sacar la rueda, colocar el gato y subir un poco el camión y aflojar las tuercas con el multiplicador. Descuelgo la rueda de repuesto y extraigo la rueda pinchada y coloco la de repuesto en su lugar. Con la ayuda de un par de jóvenes que están trabajando en la reparación de la carretera colocamos la rueda pinchada en la parte trasera de la cabina. ¡Asunto resuelto!




Uno de los jóvenes me informa que 15 km. más adelante hay un reparador de neumáticos. Como el muchacho iba para allí, le ofrezco venir con nosotros y a pesar de que viene a recogerle el camión del personal, acepta.


El camión siempre levanta expectación entre los niños.



Decidimos, porque así nos animó el muchacho, seguir hasta Gueckedou. A partir de aquí la carretera se transformó en pista. Los primeros 15 Km. fueron aceptables, pero los siguientes 25 km fueron bastante peores, pero después de lo de la frontera cualquier cosa es buena.








Nos alojamos en el Hotel Fouta Rose. No pudimos disfrutar de la piscina porque estaba vacía. Le pregunté al encargado por el motivo y me dijo: ¡Malade, ébola! No hice más preguntas...


Salimos de Gueckedou y los primeros 35 km. fueron horribles. Restos de la antigua carretera convierten en un infierno el viaje. Intento cuidar al máximo los neumáticos porque tampoco tenemos tanta prisa, ya que el visado en Guinea expira el 17 de mayo.








Después de 35 km. infernales leemos un cartel que anuncia "Carretera financiada por la Comunidad Europea" ¡Una maravilla!







¿Cómo puede un pueblo llamarse así?





Rodamos a 60 km/h. Cuando llevábamos unos 15 km. por esta carretera oímos una explosión y me doy cuenta que ha reventado una rueda. Logro controlar bastante bien el camión. Nos felicitamos porque no ha pasado nada grave. Después de señalizar la avería me pongo a cambiar la rueda mientras Ermi adecenta la cabina. En 30 ó 45 minutos la rueda está cambiada. Ahora no podemos pinchar de nuevo, ya que no tenemos rueda de repuesto.



En general, la gente en el África Negra es un encanto. Aquí esta gente nos hace señas para que fuéramos a visitarles. Estaban fabricando aceite de palma de una manera muy rudimentaria.



Al llegar a Macenta, nos estaba esperando un individuo que resultó llamarse Aliou y nos hacía señas para que parásemos. Seguramente que recibió un chivatazo de alguien advirtiéndole que un par de tubabous habían reventado una rueda. Se ofreció a acompañarnos al “big magazine” donde me ofrecían 2 ruedas de carretera chinas. A mí no me interesaban de carretera pero decidimos cambiar las dos ruedas traseras para no tener problemas de más reventones. ¡A ver qué resultado dan!

Nos alojamos en el Hotel Le Petite Lac. Estaba regentado por Madame Bea y sus hijas Elisa y Eugenie.



Pequeño lago que da nombre al hotel.


Salimos a las 9 de la mañana dirección N´zerekore. Llegamos a las 12:30. Teníamos pensado dormir en Lola que está a un paso de la frontera, pero unos kilómetros antes de N´zerekore un aduanero nos detiene y después de consultar por teléfono nos dice que nos acompaña a la sede regional de aduanas. Allí nos recibe lo que debe ser un oficial de aduanas y después me conduce a la jefa regional que después de consultar por teléfono con el jefe regional de policía me informa que la frontera con Costa de Marfil y Liberia están cerradas. Le pregunto por qué y levanta los hombros. Le pregunto ¿ébola? Y me contesta “oui”. ¡No quieren hablar mucho del tema!




A pocos kilómetros está la frontera de Liberia pero tenemos el mismo problema.


Después de valorar todas las alternativas, decidimos deshacer el camino y volver a Senegal.

Conduzco un poco más deprisa que de costumbre porque si tenemos un problema en la frontera de Senegal quedarían pocos días de visado y eso empeoraría las cosas.

Conduzco hasta el anochecer y dormimos en el puesto de aduana de Gueckedou, donde los últimos 35 kilómetros son tremendos, por el mal estado de la pista. Aquí prestan sus servicios la aduanera Solano y su compañero.



En Labé tomamos la decisión de regresar por Koundara en lugar de volver por el infierno de Balaki y nos salió bien, gracias a los consejos de un funcionario de policía que conocía bien la zona y del Coronel Camara que nos aconsejó en la aduana de Labé.


En África te puedes encontrar de todo y nosotros nos encontramos con este espectáculo al borde de la carretera donde una bandada de buitres estaba dando buena cuenta de un cordero atropellado.





Los primeros 45 kilómetros fueron de una carretera excelente financiada por la Unión Europea.



A continuación hay que atravesar un "coll" de unos 45 kilómetros de pista en un estado aceptable,



hay que atravesar algún río en pontón,







algunos puentes provisionales mientras construyen los definitivos,





unos cuantos kilómetros más de asfalto,







y por fin, llegamos a Senegal.



La toma de contacto con Guinea fue impactante, ya que tardamos 2 días en recorrer apenas 150 km. Temimos por la integridad del camión que amenazó en volcar en varias ocasiones.

El resultado final en la frontera tampoco fue lo más agradable, pero tenemos que decir que Guinea es un país que nos gustaría conocer un poco más en profundidad la próxima vez que tengamos ocasión. 

Nuestra experiencia con la gente de este país no puede ser mejor. Si al principio, cerca de la frontera con Senegal, se mostraban un poco temerosos, según íbamos bajando, el carácter de la gente fue cambiando y fue colaboradora en todo lo que necesitamos.

También hemos de decir que no tuvimos ningún problema con los uniformados, excepto un amago de sanción que querían meterme por conducir con chanclas, pero todo quedó solucionado con una actitud firme por mi parte.

En resumidas cuentas Guinea, es una preciosa rosa con espinas a la que hay que conocer y no saltarla en los viajes africanos como solemos hacer todos los viajeros.